Hace un año nuestra vida cambió. En todos los sentidos. Hace un año nos confinaron.
Y mirando hacia atrás, parece impensable que hayamos vivido tanto y de esta forma. La normalidad, es la más absoluta anormalidad. Pese a esto, avanzamos en esta dura travesía. Todos guardamos en la memoria los sentimientos que experimentamos durante todas esas semanas. Nuestros animales, sintieron que sus costumbres estaban siendo cambiadas. Nadie sabe si eran conscientes de lo que estaba pasando pero, sentirlo; lo sintieron.
Esto es un recordatorio de nuestro yo del pasado, al yo del presente y del futuro. Aprendamos. Valoremos lo imprescindible que supone la libertad para todos los seres vivos. Y, si me estás leyendo y tienes animales a tu cargo; me entenderás.
Tristeza generalizada
Nadie se salvó de este sentimiento. Tanto nosotros como los animales, sintieron como la energía se consumía. Calles vacías, tensión al hacer las salidas diarias. Pasividad en el día a día.
Por otro lado; incertidumbre. Miles de trabajadores del sector de la alimentación viendo como la situación se teñía de gris. Muchas dudas y miles de preguntas. Costumbres sociales en la naturaleza, tradiciones arraigadas las cuales forman parte de la forma de ser de miles de personas… cambiadas.
La tristeza se apoderó de la esencia generalizada de la sociedad. Fueron tiempos duros para todos. Los que nos quedamos en casa por responsabilidad y lo que, salieron a trabajar para salvarnos la vida en todas sus variantes.
No dejemos que quede en el olvido aquello. No para sembrar miedo; si no para aprender. Valorar el esfuerzo de tantas personas. De la generosidad espontánea de muchos vecinos. De las sonrisas tímidas entre tanta soledad. Por volver a ser libres. Por volver a la normalidad.
Disfrutemos de los momentos que no tienen valor económico. De los reencuentros. Del aire libre y la naturaleza. Gracias infinitas por el esfuerzo que cada uno de los ciudadanos de este país hizo y está haciendo por salir adelante. Volveremos.
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