El valor de una cultura heredada. La Montería. • Iberica Feeding Stuff

El valor de una cultura heredada. La Montería.

Como se apuntó en la publicación anterior, según el Decreto 107/2020 de 4 de agosto, se inscribió en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, la Actividad de Interés etnológico denominada La Montería y la Rehala en Andalucía.

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Tal reconocimiento y, sobre todo, conseguir la inscripción, dota a esta actividad de un arraigo a la tierra y costumbres del pueblo andaluz. Pero, ¿sabemos exactamente de dónde viene?

Una actividad con historia

Museo del Prado

Como adelantamos, la montería tiene un interés social, cultural y medioambiental en la mayor parte del territorio rural de Andalucía. Resulta interesante averiguar qué, es una actividad reglada desde el siglo XII con el “Código de las Monterías”, aunque se conocen referencias desde del año 990 de grupos de monteros. Su función era asistir a la realeza en sus cacerías.

En 1347 aparece el Libro de la Montería, estructurado en tres libros:

  • El primero dedicado a las cualidades de los monteros y del cuidado de sus perros
  • El segundo dedicado a la física de los canes y el tercero a los montes.
  • A esto, se suceden libros hasta el siglo XVII en los que se describen prácticas reconocibles como las rehalas y batidores.

Se trata de una actividad con profunda tradición de carácter dinámico. No pierde su esencia, lo que permite la continuidad de la misma adaptándose a los cambios y contextos. Importante destacar el tránsito de una montería elitista para los altos estamentos desde el siglo XII hasta la extensión en el siglo XIX del derecho a cazar para el conjunto de la población, consolidado en las Cortes de Cádiz.

Variedades con reglas y valores propios

Debemos conocer, que, en el territorio andaluz, se desarrollan varios tipos de montería:

La primera a la que haremos referencia es a las monterías tradicionales del siglo XX, reservadas a sector de alto poder adquisitivo. Su correlato moderno, son las monterías de invitación. Las monterías comerciales o de pago, nacen para responder a la demanda de nuevos monteros de origen urbano y de sectores profesionales emergentes. En este caso, sin vinculación con el territorio.

Por otro lado, aparecen las monterías sociales. Son las practicadas por sociedades deportivas de caza. Grupos de socios, nacidos o empadronados en una cierta localidad. Éstos cazan regularmente en su propio coto de caza. La actividad se desarrolla sin fines de lucro. Forman una asociación voluntaria, formalmente constituida (estatutos y reglamentos) y registrada. Les une esta práctica y asumen colectivamente la responsabilidad del mantener y continuar su sociedad. Mantienen por vecindad, parentesco o amistad, una sociabilidad cotidiana que se refuerza en la temporada de caza.

Se puede desarrollar en su propio coto de caza, bien sea cedido por los propietarios de fincas o por la administración, gratuita o mediante pago. Por tanto, se produce una apropiación cognitiva de carácter práctico y simbólico, independientemente del estatus jurídico de su titularidad. Pasa a considerarse el coto como un patrimonio común de uso común por los socios. Éstos destinan tiempo y esfuerzo a su cuidado y mantenimiento.

Tenemos las monterías desarrolladas por peñas de monteros. Gozan de características similares a las anteriores, pero con diferencias como que, el vínculo al coto y a la localidad no es tan estrecho. Aún así, la forma de admisión de nuevos miembros es algo más densa.

Podemos entender que hay una cierta relación entre la montería y la propia pertenencia a un lugar con todo lo que ello conlleva. Se relaciona con el amor a la tierra, la dedicación y el cuidado extra a la misma o, incluso, a la posesión de “características especiales” para formar parte de ciertos colectivos. Como una especie de filtro de identificación local. Con ritos y valores culturales. En algunas localidades donde la practica es regular, la identificación de “pueblo montero” es aceptada como seña de identidad.

La unión que forma la actividad

La rehala se define como la jauría o agrupación de perros de caza mayor. Oscila entre 14 y 24. Para su eficacia es fundamental la relación y vínculo entre el rehalero y sus perros. Éste, en base a un profundo conocimiento de los canes, los adiestra selectivamente. Esto crea un triple vínculo: de utilidad, de pertenencia y de afectividad.

Fue a principios de siglo XX, con la extensión de las monterías llamadas de invitación, cuando se desarrolla el primer tipo de rehalas descrito. Una vez registrada una rehala, es habitual que ésta realice una prestación de servicios en todas las modalidades de monterías que se describen, bien con una contraprestación monetaria, «propina», o bien con un puesto en la montería.

No es posible la montería sin la rehala ya que su función es determinante en el resultado final. La montería y la rehala son los dos componentes indisociables de una modalidad cinegética original y de enorme profundidad. Con un ámbito territorial que incluye a una buena parte del territorio andaluz y que se practica en múltiples ocasiones cada temporada cinegética.

Más adelante, expondremos cómo y de qué forma se desarrolla. Comprobaremos que, la unión de la mente fría y el corazón da lugar a un conjunto de rituales y valores con historia. El hombre y el animal. El animal y el hombre. Naturaleza, valor y coraje.

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